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Este libro trata sobre la soberanía de Dios y la restauración de todas las cosas, que es el propósito general de Dios en la historia. También da una historia de la Iglesia poco conocida que muestra cómo se perdieron estas enseñanzas vitales en el siglo quinto. Explica las tres resurrecciones de las compañías de cebada, trigo y uva en una descripción general.
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El período del Antiguo Testamento llega a una conclusión y se cierra con una profecía de la venida de un nuevo día, una gran Era por venir, en la cual habría de florecer la justicia. Malaquías 4:2
2 Mas para vosotros que teméis mi nombre, se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas; y saldréis y saltaréis como terneros del establo.
Malaquías compara la venida de Cristo con el amanecer de un nuevo día, que era conocido por los Hebreos como la edad Mesiánica o la Era del Reino. Aquel que contempla por la noche antes del amanecer, lo primero que observa es la estrella de la mañana, seguida por los primeros rayos del sol a medida que amanece. En el Salmo 19:1 David dice, "Los cielos cuentan la gloria de Dios." También describe la venida de Cristo (el Sol) como "el esposo que sale de su alcoba."
Una gran parte de la revelación de Dios ocurre a través de la naturaleza. Jesús enseñó y reveló el Reino, contando a menudo parábolas que representaban cosas como granjas, viñas, y astronomía. Y este es uno de los métodos más favoritos usados por Dios para enseñarnos y hacernos ver la revelación. No debería de ser una sorpresa para nosotros que en el amanecer del Sol se encuentren algunas claves o indicios para comprender la venida de Cristo.
Pueda ser que la característica más obvia del Sol sea su LUZ. Este tema tiene un lugar muy prominente en la Biblia, porque Jesús es esa "luz verdadera, que al venir al mundo alumbra a todo hombre." (Juan 1:9) La mayoría de las personas han adquirido un gran entendimiento en este tema, por lo tanto nosotros trataremos de ver otro tema: la cuestión del fuego.
Cuando Dios en el monte Sinaí se reveló a la nación de Israel, les habló a través de una voz que emanaba o salía de en medio del fuego. Deuteronomio capítulo 4 dice así,
33 ¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios, hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, y ha sobrevivido?... 36 Desde los cielos te hizo oír su voz para disciplinarte; y sobre la tierra te hizo ver su gran fuego, y oíste sus palabras de en medio del fuego.
Y sabemos que la fe viene por oír la palabra (Romanos 10:17.) Aun así una gran porción de la enseñanza bíblica es empleada para crear en las personas MIEDO y TEMOR del fuego de Dios, usando la táctica del infierno como el medio de la predicación. Muchos creen que como cristianos es su deber y responsabilidad atemorizar a las personas para que entren al Reino, y describen con gran detalle un lugar muy horrendo y temible, siendo esto solamente un producto de su propia imaginación. Pero cuando Dios decidió revelarse a Israel, él lo hizo por medio del fuego, no para atemorizarlos, sino para probar su fe. Esto lo podemos ver en el libro de Éxodo 20:18-21
18 Y todo el pueblo percibía los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte que humeaba; y cuando el pueblo vio aquello, temblaron, y se mantuvieron a distancia. 19 Entonces dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros y escucharemos; pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos. 20 Y respondió Moisés al pueblo: No temáis, porque Dios ha venido para poneros a prueba, y para que su temor permanezca en vosotros, y para que no pequéis. 21 Y el pueblo se mantuvo a distancia, mientras Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba Dios.
Dios habló de en medio del fuego. Pablo dice que la fe viene solamente cuando oímos su voz. La revelación de Dios le produjo miedo a Israel, y ellos se alejaron, apartándose de Su presencia. Moisés les explica que Dios se había manifestado en esa forma solamente para probar el verdadero carácter de ellos, o probar su fe. Si Dios los hubiera llamado a un jardín de rosas, el pueblo no hubiera necesitado la fe verdadera, porque no hubieran tenido que vencer ningún temor carnal. Dios en ocasiones nos pone las cosas difíciles para ver si en verdad confiamos en que Él no nos destruirá cuando ponemos atención cuando lo escuchamos.
El verdadero temor de Dios es muy diferente al miedo carnal y humano. El temor de Dios es poder confiar en Él en los asuntos de vida o muerte. Este fue el temor de Dios exhortado y advertido a Israel, y de igual manera requerido de nosotros. Fue por esta razón que Moisés le dijo al pueblo, "No temáis", y luego parece contradecir lo que anteriormente había dicho, mencionándoles que Dios había venido solamente para probarlos, "porque Dios ha venido para ponerlos a prueba, y para que su temor permanezca en vosotros, y para que no pequéis." (Éxodo 20:20) Existen dos formas o clases diferentes de temor. La primera nos hace huir de Dios; la segunda nos hace correr hacia Dios. El Nuevo Testamento dice que el perfecto amor echa fuera todo temor" (1 Juan 4:18.) Esto nos enseña que el verdadero temor de Dios, cuando ha madurado, es en realidad el perfecto amor.
El fuego de Dios debe de morar dentro de cada uno de nosotros como un fuego ardiente y abrasador, con el deseo de agradarle en todo. Moisés tenía este fuego en su corazón, cómo le mostraré enseguida, por eso podía acercarse a Dios sin ningún temor.
Si el fuego de Dios nos hace temerosos y no aumenta nuestra fe, algo está muy mal en nuestros corazones o en nuestro entendimiento de Dios. Posiblemente no se está explicando correctamente a Dios. Es posible que muchos, sin darse cuenta conciban incorrectamente el fuego dando lugar así a un miedo carnal. El temor ha impregnado nuestras mentes y corazones y ha venido a ser sin duda alguna una parte muy vital en la vida cristiana. La vida victoriosa de una fe inmovible en Dios es muy rara, pienso que imposible, sin el conocimiento de la soberanía de Dios y su amor para con nosotros.
Es nuestro propósito solamente impartir fe, enseñando la verdad acerca del fuego de Dios. Que pueda usted oír Su voz de entre el fuego.
Deuteronomio 33 registra antes de la muerte de Moisés, la bendición sobre la nación de Israel. De esta bendición, leemos en Deuteronomio 33:2-3
2 Dijo: Jehová vino de Sinaí y les esclareció desde Seir; resplandeció desde el monte de Parán, y vino de en medio de diez millares de santos; con la ley de fuego a su mano derecha. 3 En verdad, El ama al pueblo; todos tus santos están en tu mano, y siguen en tus pasos; todos reciben de tus palabras.
La Nueva Versión Americana (The New American Standard Versión y La Biblia de las Américas) le hicieron una grande injusticia a este versículo 2 cuando fue usada esta expresión, "a su diestra había fulgor centellante para ellos." La versión King James es más acertada, porque dice así, " salió con la ley de fuego a su mano derecha para ellos." La palabra Hebrea es esh, "fuego," y dath, "ley." Este pasaje está formado de tal manera que nos demuestra que la ley Divina es un fuego establecido por Dios para el pueblo.
Además, en el siguiente verso dice Moisés que "todos tus Santos están en Tu mano". Si la ley de fuego de Dios está en Su mano, y los santos también están en Su mano, podemos deducir que a sus santos se les ha dado participar de esta naturaleza divina como fuego santo de Dios. Y se demuestra en el hecho, de que siguen sus huellas, y cada uno de ellos abraza Sus palabras. No solamente creen en su palabra, sino que ellos se transforman en la palabra, así como Jesucristo era la palabra (Juan 1:1.) Esta profecía es extraordinaria, porque nos garantiza la máxima bendición de Dios cuando seamos partícipes de la naturaleza divina, representada por el fuego, e impartida por la palabra de Dios. El profeta Isaías explica lo escrito por Moisés. Isaías 33:14 -15
14 Aterrados están los pecadores en Sion, El temblor se ha apoderado de los impíos. ¿Quién de nosotros habitará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas? 15 El que anda en justicia y habla con sinceridad, el que rehúsa la ganancia injusta, y se sacude las manos para que no retengan soborno; el que se tapa los oídos para no oír de derramamiento de sangre, y cierra los ojos para no ver el mal;
Solamente los justos pueden vivir en la presencia divina y participar de la naturaleza divina. Esto está muy bien ilustrado en la historia de los tres amigos de Daniel, quienes fueron lanzados al horno de fuego. El fuego no los podía dañar, porque el juicio de la ley no tenía jurisdicción sobre estos justos. El carácter de ellos estaba en armonía con el fuego divino, así el fuego terrenal no tenía ningún poder y autoridad sobre ellos.
Siete semanas antes que Israel se detuviera al pie del monte, ya habían sido justificados por la sangre del cordero en la Pascua (cuando salieron de Egipto.) Sin embargo, esto no significó que estaban preparados para la siguiente experiencia con el Espíritu Santo de Dios al pie del monte Horeb. Este fue su siguiente nivel de revelación. Este encuentro con Dios fue festejado desde ese entonces como la fiesta de Pentecostés. Aunque habían sido justificados por la fe, no pudieron tener la experiencia de Pentecostés, porque tuvieron miedo o temor de oír la voz de Dios. Fue por esta razón, que el cumplimiento de Pentecostés fue pospuesto o retrazado, hasta que leemos su cumplimiento en la historia, aproximadamente 1,500 años después, en el capítulo 2 del libro de los Hechos.
Esta es la idea, que "la congregación en el desierto" bajo la dirección de Moisés (Hechos 7:38) representa a los cristianos, quienes a pesar de que han sido justificados por la fe, son incapaces y no están dispuestos de moverse hacia un segundo nivel de experiencia con Dios. Pentecostés es un encuentro con el fuego divino, puesto que es el bautismo de fuego, designado para purificar al pueblo destruyendo la carne. No es la intención de destruir a la persona, pero sirve para liberar al pueblo de la cautividad de sus deseos carnales. Este fuego quema la carne y nos hace morir. Pero no tenemos que temer esa muerte, sino recibirla, sabiendo que Dios es amor y que Él nos está preparando para una relación más profunda e íntima con Él.
El profeta Jeremías escribió así en, 23:29,
29 ¿No es mi palabra como fuego—declara el Señor —y como martillo que despedaza la roca?
La Palabra de Dios, o particularmente Su ley, es como un fuego porque revela el carácter verdadero y la naturaleza de su Autor. El propósito de la ley es definir el pecado (1 Juan 3:4.) De otra manera, no hubiéramos conocido que la codicia era pecado, si la ley no hubiera dicho "no codiciaras" (Romanos 7:7.)
Tememos oír la voz de Dios que procede de entre el fuego, y la razón es que desenmascara y descubre el pecado que está dentro de nuestros corazones el cual hemos tratado desesperadamente de esconder toda nuestra vida. Todos nuestros mecanismos defensivos, justificación personal, nuestro suministro y racionamiento, nuestra proyección de culpabilidad hacia otros, nuestra ceguera y rechazo para poder ver nuestros corazones así como los mira Dios. Todos los secretos del corazón son manifiestos por Su palabra cuando la oímos hablar de entre el fuego.
Por seguro, esto puede ser espantoso. Los diez mandamientos nos dan el principio general de la ley, y los estatutos específicamente definen cómo estos principios pueden ser aplicados correctamente. Los juicios de la ley son el castigo por cada transgresión. Han sido diseñados para restaurar el orden exacto y legal, por medio de la restitución en cuanto sea posible, y para restaurar de igual forma al pecador.
Cuando nos convertimos al cristianismo, comparecemos delante del tribunal de la justicia de Dios como pecadores arrepentidos. Imploramos y solicitamos la muerte de Jesús como el pago de todos nuestros pecados, pasados, presentes, y futuros. Desde ese momento en adelante, establecemos una nueva y diferente relación con la misma ley. En el pasado, teníamos temor de su sentencia; ahora nos sometemos voluntariamente a cualquier veredicto y enseñanza, para que podamos aprender lo que es el pecado y como abstenernos de pecar. Así como dice el profeta Isaías, comenzamos a entender la justicia.
El apóstol Pablo dijo que "por medio de la ley es el conocimiento de pecado." (Romanos 3:20), ¿Cómo podemos saber que estamos en el pecado y entender, si no tenemos conocimiento de lo que el pecado es? ¿Y cómo podríamos saber lo que el pecado es si no lo dijere la ley?
Así, ésta nuestra relación nueva con la ley es reconocida como el método de aprender obediencia, o santificación. Es producida después y por la causa de la justificación. Nos sometemos a la ley de fuego, y somos guiados por Jesús a través del fuego de las circunstancias, un bautismo de fuego, luego Dios comienza a refinarnos como el oro. A medida que nos acercamos a Él, comenzamos a oír Su voz entre el fuego, así como le habló al Israel de antaño.
Esto al presente es algo horrendo para nuestra carne como lo fue para Israel en el monte Sinaí. El fuego activa miedos muy internos que acompañan siempre el pecado en nuestros corazones. Hoy en día el hombre todavía está huyendo de la ley de fuego que salió de la boca Dios de entre el fuego. Ellos continúan con temor a ella, y como resultado de este temor salió la doctrina del anti-nomianismo, (anti-ley.) Estos son los que justifican su pecado al decir, "ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia." Lo que verdaderamente quieren decir es lo siguiente, "nosotros guardaremos sólo las leyes con que estamos de acuerdo, como las que definen el asesinato, robo, y adulterio como pecado. Pero cualquiera que observe una ley con la cual no estamos de acuerdo o una ley que no queremos obedecer. ¡No vivimos bajo la ley!, Dicen, “sino bajo la gracia."
Muchas personas malinterpretan la declaración del apóstol Pablo en Romanos 6:14 en donde dice, "no estáis bajo la ley sino bajo la gracia." La Biblia nos enseña que cuando la ley de Dios encontraba a un hombre culpable de pecado, él estaba "bajo la ley" durante el tiempo que durara sin pagar la deuda. Por ejemplo, si alguien es condenado por robar $1,000, la ley requiere que remunere a la víctima doble restitución, o $2,000. Si él no pudiera pagar la deuda, tenía que trabajar o prestar su tiempo hasta que la deuda fuera solventada. El tiempo que se tomó para pagar la deuda fue el tiempo que este hombre estuvo "bajo la ley". Una vez que se hubiera pagado la deuda, estaba "bajo la gracia", porque su pecado o agravio ya no tenía dominio sobre él. Había sido perdonado.
El apóstol Pablo dice que Jesucristo pagó la pena o multa por nuestro pecado. Por eso, no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Nuestro pecado no tiene ningún dominio sobre nosotros. Significa esto que ¿continuaremos en pecado? Por seguro que no. El pecado es iniquidad o transgresión de la ley (1 Juan 3:4.) La ley nos enseña lo que el pecado es. No era el propósito de la ley el justificar a los pecadores, ni tampoco podía hacerlo. Sin embargo, la solución no está en repudiar o hacer a un lado la ley, legalizando de esta manera el pecado. La solución está al aplicar la sangre de Jesús a nuestros pecados, creyendo que él pagó la multa completa por todos esos pecados. Esto nos ubica "bajo la gracia" para que seamos libres para ser siervos de Dios y obedientes a su ley. Fuimos justificados para poder empezar a entender como debemos obedecer la voluntad de Dios. Fue Moisés el que trajo la revelación fundamental de la voluntad Dios en la ley divina.
Existen ciertas partes de la ley, particularmente la de los sacrificios de sangre y los ritos relacionados con el Templo material y el sacerdocio Levítico, las cuales fueron alteradas en el Nuevo Testamento. Los principios continúan siendo los mismos, solamente que en la era de Pentecostés se les ha dado una nueva forma. Sin embargo no han sido completamente repudiados; Solamente han cambiado en su forma externa. Disponemos todavía de un sacrificio de sangre; Jesús fue el verdadero Cordero de Dios. Tenemos todavía un Templo; nosotros somos el Templo de Dios. Continuamos gozando de un sacerdocio; es el sacerdocio de Melchisedec. Todavía tenemos un Sumo Sacerdote; Y él está con vida para siempre.
Desde ningún punto de vista pensamos que las leyes morales han sido repudiadas, a no ser que nos volvamos impíos. El robo, asesinato, y adulterio continúan siendo pecados. Por desgracia, es muy raro que el cristiano estudie la ley de Dios, porque se le ha inculcado ha que ya no vivan bajo ella. Por esta razón muy pocos entienden los juicios de la ley. Esto es muy serio cuando estudiamos la noción del juicio final para todos los malos en pie delante del Gran Trono Blanco. Si no entendemos los juicios de la ley, no podremos conocer la naturaleza del lago de fuego, que representa el juicio de los pecadores.
Dios juzgará al mundo por su ley de fuego, ésta es la forma por la cual es juzgado todo pecado. Un estudio de la ley explicará el verdadero propósito del juicio. Isaías 26:9 dice:
9 porque cuando la tierra tiene conocimiento de tus juicios, aprenden justicia los habitantes del mundo.
Los juicios, sentencias de la ley son rectificadoras que proveen alivio. Han sido instituidas para expresar el perdón verdadero, no para crear un imperdonable estado perpetuo. El propósito de la Era de Tabernáculos es proporcionarle a la tierra en el 7000 año, un descanso Sabático, para que pueda la gente ser libre para conocer los caminos de Dios. Estamos próximos a entrar a un tiempo en el cual todas las naciones verán la exaltación del Reino de Dios en su gloria. Verán las bendiciones de sus ciudadanos y el deseo de conocer sus leyes (Isaías 2:2-4.) Los pueblos aceptarán a Jesucristo como el rey de la tierra y toda ella se tornará un reino universal. No huirán las naciones del terror de sus juicios; verán la justicia y la misericordia de la ley de Dios en un contraste directo con las leyes de los hombres, y se regocijarán por su sabiduría maravillosa.
La forma más súbita en la cual podemos escarmentar el fuego de Dios es por el bautismo de fuego. Esto no significa que tenemos que ser quemados en vida en un fuego literal. Clemente de Alejandría, un líder de la iglesia primitiva 1,800 años atrás, lo describe de esta forma:
"El fuego se considera ser un poder muy fuerte y benéfico, que destruye lo que es ruin y vil, preservando lo que es bueno; por eso los Profetas le llamaron "sabio". Nosotros creemos que el fuego purifica no la carne, pero sí las almas pecaminosas, no es un fuego vulgar y todo devorador (naturaleza, terrenal), pero el "fuego sabio" como le llamamos, el fuego que "traspasa y penetra el alma" que cruza a través de él”. (Stromata VII, 2:5-12)
Clemente, nuevamente describe en otro lugar estos juicios de fuego y dictámenes de parte Dios como "disciplinarios y libertan, que guían a la conversión" (Stromata VI, 6) ¿Dónde adquirió Clemente y otros como él esta enseñanza? La obtuvieron de la palabra de Dios, particularmente en donde nos habla acerca del bautismo de fuego.
En Malaquías 3:2-3 el profeta dice lo siguiente:
2 ¿Pero quién podrá soportar el día de su venida? ¿Y quién podrá mantenerse en pie cuando Él aparezca? Porque Él es como fuego de fundidor y como jabón de lavanderos. 3 Y Él se sentará como fundidor y purificador de plata, y purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como a oro y como a plata, y serán los que presenten ofrendas en justicia al Señor.
Cuatrocientos años después que Malaquías escribiera estas palabras, en el libro de Mateo 3:11-12 Juan el Bautista dijo lo siguiente acerca de Jesús:
11 Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. 12 El bieldo está en su mano y limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible.
Jesucristo dijo en el libro de Lucas 12:49,
49 Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?
No existe una copia de algún documento archivado que registre que cuando vino Jesús hace 2000 años atrás, hubiera quemado a alguien con el fuego. Él no mandó que bajara fuego del cielo sobre sus enemigos. Sin embargo, su ministerio quemó la hojarasca del corazón del pueblo, mayormente en el corazón de sus discípulos. No fue un fuego literal, pero el fuego espiritual de tributación, lucha, el cual probó la fe de ellos.
La aplicación del bautismo de fuego en dos períodos diferentes era una enseñanza muy común en el tiempo de la Iglesia Temprana: (1) en la edad presente, cuando nos arrepentimos, o nos acusamos a nosotros mismos delante de Dios, sometiéndonos a su disciplina, así como lo hizo David; y (2) en la edad venidera, cuando nuestras obras serán probadas por el fuego (1 Corintios 3:12-15.) Estos dos sucesos eran considerados por ellos como bautismos de fuego. Aquellos que desean evitar la segunda, deben someterse a la primera. Como sea, ellos creían, que debíamos entrar en el Reino, o Paraíso, por medio de la espada de fuego del Querubín que guardaba la entrada al árbol de la vida (Génesis 3:24.)
No que este concepto sea especialmente nuevo, todos los hombres y mujeres que a través de la época del antiguo testamento hayan sido preparados por Dios, pasaron a través del mismo fuego. Jesús dio a entender que este fuego ya había comenzado. Esta es la forma en la cual Dios siempre ha refinado a su pueblo separando las impurezas y el residuo de metales del oro. Es la forma en que Dios remueve la paja del trigo en nuestros corazones. Por miles de años, este es el fuego que Dios ha usado para tratar con su pueblo. Él lo ha hecho así por dos razones: (1) para conocerle, como es, ya que él se reveló asimismo como el fuego; y (2) para instruirnos para el servicio.
Nosotros hemos nacido con corazones perversos. El oro en nuestro corazón está ligado, mezclado con impurezas que no son aparentes hasta que se sienta Dios como el Gran Refinador. Pone nuestros corazones en varios solventes y comienza a mover la mezcla, pacientemente esperando una gran reacción. Cuando el tiempo es correcto, de repente, llega un momento de crisis, y el metal de menos calidad se cristaliza y llega hasta el fondo o sube a la superficie. Entonces una por una son tratadas las impurezas, usando diferentes soluciones, hasta que finalmente un polvo de oro fino sale de la solución, listo para ser puesto en el fuego y ser formado en masa sólida.
Cuando las personas se enfrentan a la adversidad, muy seguido parten en busca de sus pastores para que les explique la razón por la cual Dios ha permitido todas estas cosas. La respuesta que escuchan puede ser muy diferente, pero de vez en cuando el pastor rápidamente trata de justificar a Dios. "No es la culpa de Dios, dice; es la culpa del diablo,". Otros dicen, "Dios está muy molesto con usted; posiblemente hizo algo muy terrible para merecer esto de parte de Dios." (Uno de los amigos de Job creyó esto, pero estaba equivocado.)
Generalmente, Dios está reafirmándonos. La razón que acarreó el juicio de Dios sobre su vida no fue porque hubiese hecho algo malo en particular. Periódicamente todos pasamos por esas pruebas. La razón, por seguro, es porque somos impuros por el pecado que mora dentro de nosotros. Pero Dios no nos sujeta al fuego con el propósito de destruirnos, sino simplemente para purificarnos y enseñarnos la justicia.
Él es después de todo, nuestro Padre Celestial. Él no es como los padres imperfectos y terrenales, quienes muy seguido castigan en vez de disciplinar. Si están mentalmente desequilibrados, se dan casos en los cuales los padres han castigado y golpeado brutalmente a sus hijos, hiriéndolos seriamente e inclusive causándoles la muerte. Yo he oído casos en los cuales los padres inclusive han quemado a sus hijos, para enseñarles supuestamente, como ser obedientes. Pero Dios no es de esta manera. El juicio de Dios brota con sanidad en sus alas, no para asarnos a muerte, sino para curar todas nuestras dolencias, y la enfermedad más grande que tenemos, es el pecado en nuestra alma. Hasta que conozcamos este lado de la naturaleza de Dios, no le conoceremos como verdaderamente Él es.
Moisés aprendió directamente como Dios entrena a su pueblo. Las circunstancias lo forzaron a huir a un desierto muy cruel, en donde el Sol de Justicia cayó sobre él, echándole de rodillas por el calor, por el hambre, y por la sed en un suelo implacable.
Durante los siguientes 40 años Moisés se enfrentó a muchas circunstancias adversas, las cuales le enseñaron en numerosas situaciones imposibles a depender de Dios. En los momentos de prueba, cuando no podía buscar a nadie más, sólo tenía una manera de operar: oración. Cuando Moisés surgió saliendo de la oscuridad del desierto 40 años después, él era una persona muy diferente. Había sido por 40 años refinado por la espada de fuego del Querubín convirtiéndolo en un hombre capaz de formar una nación nueva y guiarlos hacia la tierra prometida.
Después de 40 años de duro entrenamiento en el desierto, Dios se le apareció a Moisés en la zarza que ardía en fuego para llamarlo a su servicio. La zarza que vio, ardía en fuego, esa zarza era su propio corazón- natural, un arbusto terrenal en el cual moraba la presencia de Dios. Un matorral que estaba saturado con el fuego, pero que no se consumía. Un matorral que podía morar con las "llamas eternas" (Isaías 33:14-15) y aun vivir.
Después, le llegó a Israel el turno de aprender la misma lección en el mismo desierto implacable en donde Moisés se había encontrado con Dios. Primeramente Dios los guía a una trampa a la orilla del mar Rojo. Él puso el oro de Israel en una solución purificadora, la cual hizo salir a la luz el temor muy interno y profundo que tenían al Faraón. ¿De qué otra manera se podía manifestar esta gran impureza de ningún valor? Dios hizo esto con un propósito, no para que tuviesen miedo, sino para que este temor pudiera salir a la luz y ser eliminado de su corazón como desperdicio, por la mano poderosa de Dios, abriendo un camino a través del mar Rojo.
Dios los llevó fortaleciéndolos a través de hambre y sed en medio del territorio enemigo. Éste no era un día de campo en el camino al reino. Era un entrenamiento muy duro. Pero no son los hijos consentidos, mimados y malcriados los que heredarán el Reino de Dios (Hebreos 12:6.)
Si alguno desea ir por el camino más fácil y tiene envidia de los malos quienes parecen que lo tienen todo, tenga en mente que ésta es la marca de identidad de un hijo ilegítimo, no un verdadero hijo de Dios (Hebreos 12:8.)
Sus hijos tienen una gran labor que llevar a cabo, es la de gobernar ciudades, regiones, y naciones. Él les dará estas posiciones a los que son llamados. Y los que son llamados por él, son primeramente entrenados para calificarlos para gobernar y reinar. Es por eso que purifica a su pueblo. Él es el purificador de la plata y del oro. Él viene como el Sol de Justicia para sanarnos internamente de la contaminación del mundo. Viene como el fuego para que nuestra fe sea probada como el oro (1 Pedro 1:7.) Este es el verdadero bautismo de fuego, el cual ya fue propagado sobre esta tierra.
Recientemente un conductor de camiones fue llamado para transportar una carga de Cinc. ÉL acababa de terminar de transportar una carga de tomates y negligentemente se olvido lavar por dentro el camión antes de cargar el Cinc. Cuando finalmente llego a su destino, se dirigió hacia la parte trasera del camión y abriéndola para descargar el Cinc, explotó en ese momento en su cara. Nadie le había dicho que el ácido que contenían los tomates podría reaccionar de esta forma cuando llegase a estar en contacto con el Cinc.
El Cinc es una de las impurezas que deben de ser removida del oro al momento del procesamiento purificador. Es muy volátil. Como mineral, tiene un sabor muy amargo. Muchos de nosotros tenemos cinc (amargura, ajenjo) en nuestros corazones. ¡Alguien se acerca con actitud de ácido, y explotamos en su cara! Hay muchos tomates allá fuera, los cuales usa Dios para sacar y purificar el cinc del oro.
Para cada problema del cinc, existe su propio tomate. Esa es la ley espiritual. Las impurezas deben ser removidas de nuestros corazones antes que puedan ser refinados por el bautismo de fuego y transformados en oro puro. No se irá de nuestros corazones por sí mismo. Se tiene que manifestar, cristalizar, o salir a la superficie antes que Jesús lo pueda quitar de nuestras vidas.
Levítico 19:17-18
17 No odiarás a tu hermano en tu corazón; razonaras con tu prójimo, para que no participes de su pecado. 18 No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo; yo soy Jehová.
Esta clase de impureza no sale automáticamente de nuestros corazones en el momento que somos justificados. Esto es algo que se aprende como parte del proceso de la santificación. Hay una gran cantidad de impurezas como éstas en nuestros corazones, pero a medida que le seguimos a través del fuego, escuchando su voz cuando nos llama, nuestra fe comienza a crecer. Dentro de poco comenzamos a ver una tremenda verdad manifestada por el apóstol Pablo en el libro de Romanos 8:28
28 Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.
No importa lo ardiente del fuego, no importa lo desolado y triste que esté el desierto a nuestro alrededor, el Sol de Justicia nacerá y en sus alas traerán sanidad. El poder de Dios formará el oro puro, puesto que la palabra hablada de entre el fuego no regresará vacía, pero cumplirá su objetivo por lo cual fue enviada.
La justicia de la ley de Dios demanda una restitución y corrección. Todo pecado es reconocido como una deuda que tiene que ser pagada a todas las víctimas de la injusticia, y los juicios o fallos están siempre en una proporción directa con la magnitud del crimen cometido (pecado.) Por un robo, el fallo es pagarle a la víctima el doble. Por cualquiera de strucción de una propiedad personal, el responsable debe de pagar todos los gastos. Estas penalidades o fallos no solamente recompensan a la víctima, sino que obligan a los ladrones a que trabajen en vez de robar. Estas sanciones enseñan y preparan a hombres muy descuidados como ser muy cuidadosos.
La ley de Dios se establece en la base de que la justicia nunca está satisfecha hasta que haya sido pagada una completa restitución a las víctimas de la injusticia. En nuestros días, bajo el sistema tergiversado del hombre, ponemos en la cárcel a los ladrones, y casi nunca se devuelve a la pobre víctima lo perdido. Sin ir muy lejos, el castigo para el ladrón nunca se iguala con el crimen cometido. El ladrón no es corregido, porque su pecado no es tratado como una deuda hacia la víctima, sino como una deuda hacia la "sociedad" en general. No tiene que pagar (trabajar) esta deuda. Solamente se pudre en la prisión sin hacer nada, únicamente maquinar su venganza y aprender de los llamados amigos como evitar ser apresado la próxima vez. En los casos como estos, nunca se hace justicia.
Estas leyes de los hombres han acondicionado nuestra mente para que pensemos desde el punto de vista de castigo para el criminal, en lugar de corregir la injusticia. Y cuando eso no parece funcionar, nos ofendemos y demandamos más castigo (más duras o mandatorias sentencias en prisión.). Tenemos una mentalidad de castigo, en vez de tener la mente de Cristo, que nos puede guiar para conocer la medida precisa de restitución que se requiere para corregir la injusticia cometida y que puedan volver las cosas a su orden original.
Eso significa, que cuando un ladrón es condenado a cinco años en prisión, cuando concluye su termino y sale de ella, él continua siendo un ladrón, porque nunca le devolvió a la víctima lo debido. La Biblia no nos da una provisión para un sistema de prisiones, porque un sistema como ese no hace absolutamente nada para restablecer el orden legal de las cosas. Solamente se presta para castigar al pecador.
En casos en donde es imposible la restitución por la naturaleza del crimen cometido, el fallo es la muerte. En los casos de asesinato con premeditación, el asesino es incapaz de pagarle a la víctima su vida. En caso de adulterio, el adúltero es incapaz de restaurar las cosas a su orden original. Lo que se ha hecho no puede ser desecho excepto por el poder directo de Dios.
En casos como éstos, Dios instruyó a las cortes terrenales para que pusieran los casos a un lado y que esperaran el juicio final al final de la era. El pecador era muerto para esperar su juicio.
Han habido casos, en los cuales Dios tuvo que intervenir misericordiosamente para juzgarlos inmediatamente. En esos casos, no se les dio muerte, pero fueron puestos en las manos de Dios, el juez mayor y misericordioso. Por ejemplo, Caín fue enviado al exilio. También David, quien asesinó a Urías, fue tratado directamente por Dios. Se sometió al bautismo de fuego, aceptando todos los problemas ocasionados por eso, y reconoció su responsabilidad y el resultado fue que Dios purificó su corazón como el oro.
Aquellos que en esta edad presente no tienen fe en Jesús, o porque nunca oyeron de Él, o porqué le hubieren rechazado, tendrán que pagar completamente todo el castigo por sus propios pecados. Teodoro, anciano de Mopsuestia (392-428 dc) escribió acerca de esto lo siguiente:
"Los malos quienes han actuado impíamente todo el tiempo de sus vidas, serán castigados hasta que aprendan, que siguiendo en pecado, solamente continúan en la miseria. Y cuando por medio de esto, hayan venido a temer a Dios, y tenerlo de buena voluntad, obtendrán el precio de la gracia. Porque Él nunca hubiera dicho “hasta que hayas pagado el último centavo" (Mateo 5:26) no sea que seamos liberados del castigo, después de haber sufrido adecuadamente por el pecado; ni tampoco hubiera dicho," será azotado mucho" y de nuevo " será azotado poco" (Lucas 12:47-48), a menos que los castigos sufridos por el pecado tengan un fin." (Fragment IV)
Nosotros creemos que estos versos anteriores se atribuyen específicamente a los cristianos, y en este pequeño detalle no estamos de acuerdo con Teodoro, quien aplica estos versos a todos los hombres. Aunque la diferencia es muy poca, porque estamos de acuerdo que es la ley Dios la que establece la justicia. Esa ley nos dice que una vez que la deuda por el pecado haya sido pagada a las víctimas de la injusticia, sería una burla grotesca de parte de la justicia continuar con el castigo.
Una restitución completa, especificada por la ley de Dios es el medio por el cual la mayoría será restaurada. Sin embargo, para aquellos pocos elegidos, quienes señalan a Jesús, quien fue el que pagó ultimadamente la condena completo por sus pecados, recibirán la vida en la primera resurrección sin recibir de ninguna manera ningún azote.
En la Biblia, el pecado y la idolatría del antiguo Israel es el tema principal de todos los profetas. Por lo tanto Israel sería juzgado por el pecado, no para ser totalmente destruido, sino para que pudiera encontrar el perdón por el pecado cometido, a través de la ley de la restitución. La iniquidad de Israel consistió en que no pudo perdonar, aunque Dios le había recompensado con doble restitución por todos sus pecados. Isaías 40:1-2
1 Consolad, consolad a mi pueblo—dice vuestro Dios. 2 Hablad al corazón de Jerusalén y decidle a voces que su lucha ha terminado, que su iniquidad ha sido quitada, que ha recibido de la mano del Señor el doble por todos sus pecados.
Esto está basado en la ley que se encuentra en el libro de Éxodo 22:4
4 Si lo que robó, sea buey o asno u oveja, es hallado vivo en su posesión, pagará el doble.
Los pecados de Babilonia y los de todos los imperios bestiales que se encuentran en la profecía de Daniel, son tratados de la misma forma. En Apocalipsis 18:4-6 del apóstol Juan escribe lo siguiente:
4 Y oí otra voz del cielo que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no participéis de sus pecados y para que no recibáis de sus plagas; 5 porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades. 6 Pagadle tal como ella ha pagado, y devolvedle doble según sus obras; en la copa que ella ha preparado, preparad el doble para ella.
Es un principio de la ley de Dios que una vez que se haya pagado la restitución completa a las víctimas de le injusticia, el pecador es perdonado por la ley, y sus pecados no son más recordados. Advirtamos, que el poder del perdón es muy grande. No existen ex-convictos en una verdadera nación cristiana. Los pecados pasados son sepultados en lo profundo de la mar y olvidados por completo. La restauración del pecador se lleva acabo por medio de la ley de la Restitución (Éxodo 22), la cual satisface a la ley, la cual demanda perdón y restauración.
Comúnmente se ha malentendido que la ley no puede perdonar el pecado. La realidad es que la ley sí puede perdonar el pecado, una vez que se halla provisto lo que demanda o requiere. La debilidad de la ley esta en su inhabilidad de perdonar al pecador. No puede poner en libertad al culpable. Sin embargo, la ley puede ser satisfecha por el sacrificio por el pecado. En el Antiguo Testamento esto era hecho en forma de sacrificios de sangre de ovejas y machos cabríos, hasta el tiempo asignado en el cual obtuvimos el final y permanente Sacrificio del Cordero de Dios, Jesucristo. La ley, sí podía perdonar el pecado, una vez se cumpliera la demanda hecha, y hubiera satisfacción.
Desde su comienzo, la mayoría de la humanidad no ha puesto su fe en el verdadero cordero de Dios. Por lo cual ellos, tienen que pagar el castigo, por sus propios pecados, de acuerdo a las demandas de la ley. Entonces, recibirán una medida de perdón que la ley puede y es capaz de otorgar. De todas formas, en un análisis final, si quebrantamos una ley, somos culpables de quebrantar toda la ley (Santiago 2:10.) Por ejemplo, el robo es también codicia, que viene a ser idolatría y adulterio espiritual. Demuestra también una falta de amor, que por ultimo viene a ser odio, lo cual termina en asesinato (Mateo 5:22.)
Por eso es que el pecador no puede pagar el precio completo por algún pecado que haya cometido, aun tratándose una muy pequeña infracción. La ley continúa exigiendo que se pague restitución a la víctima, pero en el sentido más amplio, el pecador nunca puede completamente pagarle a Dios el precio que demanda la ley. Es por esta razón que la humanidad se encuentra en una gran necesidad de que se lleve a cabo un Jubileo final de toda la Creación, al fin de los tiempos, donde todas las deudas a la ley son canceladas absolutamente por la Gracia.
Mientras más estudiamos la ley de Dios, principalmente el espíritu motivador o el espíritu que está detrás de la ley, somos sin duda alguna, despertados por la sabiduría y el amor del autor de ella. No existe el juicio sin que haya remedio. El hombre castiga; Dios purifica. Cuando es el hombre el que juzga, exige un fallo invariable que es o muy severo o muy clemente. Cuando en 1796 comenzó el gran Experimento Americano de las Prisiones con la primera penitenciaría en Filadelfia, el criminal supuestamente iba a ser puesto en una prisión de “encierro solitario” sin tener nada que hacer, solamente leer la Biblia y orar.
Luego, se crearon los Reformatorios bajo una diferente teoría. Pero si a simple vista meditáramos en el sistema de prisiones de hoy en día, seria suficiente para darnos cuenta que no reforman ni crean en el hombre un arrepentimiento. Aquellos criminales que cambian sus formas de vidas, lo hacen a pesar del sistema de prisión. Es un camino muy difícil, sin embargo, como no han sido totalmente perdonados, nunca vuelven totalmente a recuperar los derechos como ciudadanos, y son detenidos, continuamente impotentes, y estorbados para obtener un medio de vida decente.
Esta es la Ira del fuego humano. Castigo sin purificación. Los gastos para conseguir una “justicia” son exorbitantes, solamente para destruir totalmente o parcialmente al pecador.
La antigua palabra Griega asignada para el fuego es pur. Es la raíz de numerosas palabras en Inglés que se usan hoy en día, como PURGE (Purgar y Limpiar) y PURIFY (Purificar, Refinar.) Esto es lo que el Fuego de Dios hace, porque demuestra la sola naturaleza y el carácter de Dios y de Su Ley.
En el siguiente capítulo, estudiaremos la naturaleza del lago de fuego en (Apocalipsis 20:15 y 21:8) el cual quema con fuego y azufre. Veremos que Jesús ya había encendido un fuego aquí en la tierra. Él llegó como fuego, acompañado de un bautismo de fuego. Continúa siendo como fuego para todos aquellos que le siguen hasta el crisol (que resiste la acción del fuego.) Y está pronto para venir de nuevo como fuego.
¡Si, Ven Señor Jesús!